Panorama Nacional
Los bancos y la Iglesia siempre de espaldas a la sociedad y el poder de cooptación "K"
La senadora nacional y candidata a presidente por la Concertación Plural, Cristina Fernández, durante el "Encuentro por la Unidad Popular para profundizar el Cambio" (Foto Agencia NOVA).
CAPITAL FEDERAL, Octubre 13 (Por Pedro Noel Romero , corresponsal de Agencia NOVA en la Casa Rosada) Anda derecho el Gobierno nacional por carriles que parecieran conducir a horizontes de izquierda porque, a pocos días de los comicios del 28 de octubre, todos los caminos y señales conducen al triunfo de Cristina Fernández de Kirchner, cuyo triunfo se huele hasta desde la casi nula percepción de que hay una campaña de por medio.
No hay entusiasmo preelectoral. No hay aires de conflictos de campaña; apenas, tibios pronunciamientos de partidos de la oposición que hoy -sábado 13 de octubre- sólo juegan todas sus aspiraciones a dilucidar cuál fórmula será consagrada en segundo lugar.
No hay otra realidad, pero si había que ahondar en un "botón de muestra" de la política de cooptación del kirchnerismo en desmedro de cualquier estrategia de armado de la oposición, el ejemplo más claro se vio en el porteño Hotel Panamericano, donde tuvo lugar este mismo sábado un "Encuentro por la Unidad Popular para profundizar el Cambio", organizado por distintas fuerzas progresistas y el Frente para la Victoria, y que contó con discursos de cierre de Cristina Fernández y de la legisladora socialista chilena Isabel Allende (hija de Salvador Allende).
El "virtual" anfitrión fue el dirigente socialista bonaerense y vicejefe de Gabinete Jorge Rivas, quien compartió el panel de ese cierre de la candidata por la Concertación Plural y la política trasandina. Ese lugar, el de Rivas -en una imaginaria o hipotética etapa anterior a la actual-, debieron ocuparlo el presidente del Partido Socialista, Rubén Giustiniani, junto al electo gobernador por Santa Fe, Hermes Binner. ¿Se entiende?
Es tal el desmadre provocado por el kirchnerismo en los partidos de la oposición que, hoy por hoy, el Partido Justicialista, el socialismo, el ARI y la Unión Cívica Radical (de la que extrajo para la fórmula al gobernador mendocino Julio Cleto Cobos) se exhiben absolutamente resquebrajados, sin ideas y con líderes que, salvo Gerardo Morales, los citados Binner y Giustiniani o Elisa Carrió, llevan en sus espaldas la pesada carga de haber sido protagonistas de una Argentina donde la sociedad, en diciembre del 2001, clamó por "que se vayan todos".
El "consuelo de tontos" para esa dirigencia política sea tal vez el hecho significativo de que esa sociedad -tilinga, absolutamente impresentable y a la que le gusta autoflagelarse- tuvo oportunidad, en las urnas, de echarlos a todos y sin embargo los volvió a votar para permitir el "regreso de los muertos vivos" en el Congreso nacional en el año 2003.
Pero hoy la realidad refleja esa sensación de descomposición que exhiben los partidos políticos más representativos de la Argentina, con una UCR que, increíblemente, irá sin su histórica Lista 3 a las elecciones presidenciales y como "furgón de cola" de un Roberto Lavagna que cuando fue ministro de economía de Néstor Kirchner cometió los mismos errores que comete hoy Guillermo Moreno en relación a las presiones que ejerció desde el Gobierno en el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, puntualmente, en lo que refiere a las presiones que se ejercieron para bajar los índices de pobreza.
Por todo, la postal con las figuras de Jorge Rivas, Cristina Kirchner e Isabel Allende en el panel de clausura del "Encuentro por la Unidad Popular para profundizar el Cambio" fueron un baño de realismo. Entre las distintas fuerzas progresistas anfitrionas de una legisladora socialista de la talla de la chilena sobresalió, cooptación mediante, la estampa del dirigente socialista bonaerense como sinónimo del socialismo argentino, por encima de los pergaminos y las trayectorias de Binner y Giustiniani.
Bancos e Iglesia, siempre de espaldas a la sociedad
Las tasas de interés de los bancos están por las nubes. Los banqueros siempre abren el paraguas, sobre todo frente al reciente derrumbe de la "burbuja inmobiliaria" estadounidense, que no hizo mella en la economía argentina.
Es más, resultó sorprendente, tras los padecimientos del "tequilaza" de los '90 y los vaivenes de la etapa 1998-2001, ser meros espectadores de la hecatombe que ventiló imágenes televisivas un mes atrás de depositantes de un banco británico líder, que semejaron a aquellos "piquetes" protagonizados por miles y miles de ahorristas frente a entidades argentinas tras el "corralito" y el "corralón" del "virtual empleado servil" de los banqueros poderosos del primer mundo, Domingo Cavallo.
Si era así, si es verdad que fuimos meros espectadores de esa crisis, ¿cómo se entiende el alza en las tasas de interés de los bancos argentinos? Tampoco se comprende por qué pusieron miles de trabas para que se pudieran hacer efectivos préstamos derivados de los anuncios del Gobierno nacional, por ejemplo, para que los inquilinos pudieran acceder a créditos para la vivienda propia, iniciativas que terminaron por configurar un estrepitoso fracaso.
Tampoco se avienen a facilitar refinanciaciones de pasivos para pequeños y medianos productores, que siempre están al borde de perderlo todo. Ni siquiera se adecua a las necesidades de pequeños y medianos propietarios y productores el Banco de la Nación Argentina.
Tiene que salir a escena un Presidente para advertirles que "o bajan las tasas o me voy a ver obligado a adoptar medidas que estamos estudiando. después no digan que no les advertimos", o para decirles "respetuosamente" que no den la espalda a la sociedad. Siempre obran como usureros, siempre de manera inescrupulosa (el derrumbe de la "burbuja hipotecaria" americana no dio motivos para una suba), siempre de manera absolutamente insolidaria.
La Iglesia
En la etapa del Proceso de Reorganización Nacional se exhibió ciega, sorda y muda; y hoy, tras el histórico fallo del Tribunal Federal Platense, que condenó al cura Christian Von Wernich a reclusión perpetua el pasado martes, sigue en idéntica sintonía: se tapa los ojos y se ventila ciega, sorda y muda.
La Iglesia demoró varios siglos en pedir perdón por las etapas de la Inquisición. Fue aquel martes 15 de junio de 2004 en que el Papa Juan Pablo II sacó a relucir historias de juicios, brujas quemadas y libros prohibidos para pedir disculpas por ese período durante el cual la Iglesia persiguió y mató a personas identificadas como "herejes". El reconocimiento de los horrores fue realizado por el Pontífice en oportunidad de que el Vaticano presentó un voluminoso estudio sobre esos años negros, en los que legalizó la tortura.
En la Argentina, a la Iglesia, tal vez, le demande el mismo tiempo pedir perdón no sólo por lo actuado por Von Wernich, sino también por sus "gallitos ciegos" y capellanes de las tres fuerzas armadas en tiempos de la última dictadura militar: Victorio Bonamín, Adolfo Tortolo y Miguel Medina.
Desde el Episcopado, un triste pronunciamiento de Jorge Oesterheld y el cardenal primado Jorge Bergoglio salió a implorar (...) por medio de un comunicado que "los católicos esperamos que Von Wernich se arrepienta y pida perdón"; mientras que monseñor Martín de Elizalde, obispo de Nueve de Julio, diócesis a la que pertenece el sacerdote condenado, sólo atinó a esbozar un tibio "oportunamente se habrá de resolver, conforme a las disposiciones del derecho canónico (legislación eclesiástica), acerca de la situación de Von Wernich".
El lado rescatable de la Iglesia -para exhibir las dos caras de la moneda- lo exhibieron siempre Vicente Zaspe, Jorge Novak, Esteban Hesayne, Jaime de Nevares, Enrique Angelelli (asesinado en agosto de 1976) y monseñor Carlos Ponce de León, también asesinado en 1977.
De este costado de la Iglesia comprometida asomaron testimonios como el del cura Rubén Capitanio en el juicio que acaba de concluir: "La Iglesia no mató, pero no salvó. Debimos estar al lado de los crucificados y no tan cerca de los crucificadores", dijo. Antes, Arturo Pinto, el sacerdote que acompañaba a Angelelli el día en que fue asesinado, había remarcado que "la Iglesia no movió un dedo por la muerte violenta de uno de los suyos".
Y, en 1995, los arzobispos Carlos Galán y Domingo Castagna, y los obispos Justo Laguna, Jorge Casaretto y Emilio Bianchi Di Cárcano reflexionaron que "la Iglesia podría haber hecho más", lo mismo que se atrevió a esbozar monseñor Laguna tras enterarse de la muerte del Arzobispo emérito de Córdoba, Raúl Francisco Primatesta. (Agencia NOVA)