El ser argentino ha sido descalabrado culturalmente, en los objetivos de su vida, en la valoración del esfuerzo, en el orgullo por sus conciudadanos sobresalientes, en el respeto a sus compatriotas y en vivir una vida digna. Todo es igual. El perverso mensaje de corruptos enquistados en las dirigencias políticas, prometiendo y asegurando que el Estado puede proveer bienestar para todos y que existen traidores desalmados que deben combatirse, resultó fatal para el ser argentino, para su vida y para nuestra patria.
Pero los perversos no pueden cambiar nuestros genes. En un contexto duro, el ser humano lucha por mejorar y elevarse, no es pasivo, siempre rodeado de necesidades e ideales insatisfechos, con fe y esperanza; el hombre genéticamente siente el deber de atender las necesidades de su grupo y defenderlo y la mujer está exigida a enseñar a sus hijos para la vida y a que labren su porvenir.
Esos genes son la base de la milenaria cultura humana, que está siendo destruida por los que no aman al país, porque lo utilizan en su beneficio personal y rechazan respetar a sus compatriotas, a quienes deberían servir.
Las virtudes de trabajo, dignidad y progreso deben ser rescatadas. No se conseguirá sin ardua lucha política.
4/3/07